Sunday, November 14, 2010

De Ciáticas, Brassieres, y otros demonios...

Medio cursi el final del anterior post. Esa noche aún tenia los estragos emocionales del viaje a Cartagena y tenía la nostalgia en su pico mas alto. Asi que tengo disculpa.

Qué ciudad tan vieja (y bella) es Cartagena. Quisiéramos todos envejecer tan dignamente. Y es que no es sólo cuestión de arrugas, cabezas peladas, abdómenes en delantal o del incómodo "colon irritable". Por mas "abercrombies" o "aeropostales" que nos echemos encima, el efecto calendario es implacable. Recuerdo que cuando estaba en el colegio y veía a los adultos (léase nuestros papás) me hacía una promesa: que yo no iba a envejecer. Me prometía que aunque me pasaran los años, yo sería un adulto chévere: amigo de la juventud y sus modas, incluídas fachas, música, bailes y etc. Yo no iba a ser uno de esos tiestos viejos que se iban a quedar rezagados. La vetustez no sería cosa mía.

Pues obviamente no me “autocumplí” mi promesa... no sólo resulté siendo el más beato de todos mis amigos, sino que además soy poco amigo del tal reguetón, en las fiestas tomo Ron con Coca-Cola y francamente poco me atraen las mujeres menores de 30 años (tanta puerilidad me espanta). Conclusión: terminé mas viejito que mi papá.

Pero volviendo a Cartagena, hay otras cosas que nos van revelando en que etapa de la vida estamos, y una de ellas son los temas de conversación entre los amigos. Es increíble, pero a pesar de llevar mas de dos años sin estar juntos, uno de los primeros temas que estos genios empezaron a desmenuzar fué el temita aquél del dolor de espalda!!

!!!Háganme el HP favor!!!

El uno resignado, decía que “cargando esta barriga pues que mas se puede esperar”. El otro en tono acusatorio me reprochaba que me les burlara por hablar de lumbagos; “Pescado , es que a ud no le duele la espalda??!!!” me hizo el reclamo, con serios visos de incredulidad e indignación. Obviamente le dije que no. Mi reputación entre mis amigos es que “a pescado no le duele una muela” (bueno, además de la fama de beato).

De estas cosas no se hablaba hace 20 años o más. En esas épocas las conversaciones eran diferentes. Como por ejemplo los viernes en las tardes en mis épocas universitarias, cuando nos sentábamos varios amigos al aire libre en San Carlos a tomarnos unas cervezas y el tema era calcularle la talla del brassier a las niñas que pasaban caminando frente a nosotros por la Avenida Santander de Manizales. Como San Carlos quedaba a media cuadra de la Universidad Católica (a donde todos los angelitos iban a estudiar), material de estudio es lo que sobraba. Con Cuéllar, Richi Marín, Dany Sayago y Fabry habíamos desarrollado un sistema bastante efectivo basado en los movimientos pendulares del área corporal en cuestión con cada paso que la niña daba. La observábamos -detenidamente- para luego debatir y finalmente dábamos el veredicto: 32, 34, o 36. Luego procedíamos a detener al especímen objeto de nuestra actividad científica y le compartíamos nuestra conclusión (esta parte era esencial, pues era la única forma de seguir progresando en nuestra curva de aprendizaje). Calcular la copa del brassier siempre me pareció mas dificil. Para eso Cuéllar si era todo un "sensei".

!!!Esas sí eran conversaciones !!!!

Retomando el asunto de esa infame conversación en Cartagena, algunos dirán que pudo haber sido peor: que afortunadamente el tema era lumbagos y ciáticas, porque donde Carlos Téllez se demore unos añitos más para casarse, el tema termina siendo el de disfunción eréctil.

Confieso que si me duele la espalda. Casi todos los días. He tenido que cambiar de silla en el trabajo y en la casa, y sigo jodido. Me tengo que echar agua caliente justo encimita de la nalga izquierda todos los dias en la ducha. Y a veces al final del día, luego de haber estado sentado frente al computador por un rato, me echo al piso a contorsionarme tratando de aflojar un puto músculo que solo se siente mejor si lo estiro.

Señores, hasta la próxima. Voy pal piso (no se preocupen, es alfombrado).


PD. Y a mis amigas que estén leyendo esto: les puedo asegurar que a todas en algún momento les hice el ejercicio mental de calcularles la talla del brassier. Pero con el tiempo he perdido práctica y algunas de ustedes, reconózcanlo, tampoco son las mismas. Así que ya ni me pregunten; para más detalles búsquense a Cuéllar.