Wednesday, November 13, 2013

Putidisfraces: A que Jugamos?


A que juega una niña de 20 años que llega a una noche de fiesta con un disfraz de escote y minifalda de esos que le eleva la testosterona a los hombres y les alimenta las más exóticas fantasías sexuales? Precisamente a eso: a hacer rodar chorros de testosterona.

O dicho de otra forma: el juego es a comer y a ser comida (imaginaria o literalmente, según la protagonista). O mejor digamos que el plan es potencialmente levantar pareja, o como mínimo hacerse notar, en caso de que la expresión anterior hiera suceptibilidades.

Consciente o inconscientemente, tanto hombres como mujeres estamos todo el tiempo tomando decisiones que en el fondo tienen una motivación de tipo sexuada. Elegimos opciones que esperamos nos hagan agradables a las exigencias de potenciales parejas. Como nos paramos. Como nos expresamos. Selección de la vestimenta del día. El tipo de corte que le pedimos al peluquero que nos haga. El tipo de carro que compramos. Si se usa maquillaje o no. La cirugía plástica. El Botox. Sixpack? Que me pongo para ir al gimnasio. Taparse las canas. El tratamiento para el acné. El perfume. El disfraz.

Esa es la respuesta a la pregunta que lanzaba hoy Andrés Jaramillo cuando era interrogado por un supuesto episodio de agresión sexual a una estudiante universitaria en el parqueadero de su restaurante Andrés Carne de Res. Los tales "putidisfraces" tan de moda hoy en día (la enfermera sexy, la policía sexy, la monja sexy, la super heroína sexy) son medios de los que se valen las niñas de esta generación para llamar la atención en las noches de halloween. Decir que se los ponen sólo porque se quieren disfrazar de cualquier cosa sería hipócrita. Se los ponen porque saben que van a llamar la atención, porque van a poder mostrar lo buenas que están y porque les van a estar diciendo toda la noche que están lindísimas y que están causando estragos entre la concurrencia masculina.

Ahora, seamos francos. Nada de lo anterior tiene absolutamente nada de malo. Las mujeres en su mayoría no niegan la naturaleza sexuada y provocadora del putidisfraz. Ellas saben a lo que van. No son ellas las hipócritas del paseo.

El problema no son ellas. Somos nosotros.

El problema somos los que no entendemos que un disfraz no es una invitación incondicional a tener una relación sexual con el primero que se atraviese.  Que creemos que ante el disfraz provocador, ya no hay que tomase el trabajo de cortejar y hacerse agradable a la disfrazada. El problema somos los que creemos que una pierna destapada, un escote atractivo, es una disculpa para tocar, acosar, incomodar y agredir. El problema somos los que seguimos, torpemente, echándole la culpa a la mujer cuando es violada diciendo que es que lo provocan a uno.  Ahí las hipócritas no son ellas, somos nosotros.

A que juega una niña de 20 años con un putidisfraz? Juega a llamar la atención.

No a que la violen.





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