Hay temas que siempre levantan ampolla cada que se traen a discusión. El aborto, la eutanasia, la pena de muerte.
Hoy en los Estados Unidos fue ejecutado Troy Anthony Davis en el estado de Georgia. Hombre afroamericano de 42 años que fué condenado a pena de muerte a finales de la década de los 80 por la muerte de un policía. En su momento, hubo 9 testigos que aseguraron no solo haber visto a Davis disparar el arma contra el agente, sino que además aseguraron que le disparó mientras estaba en el piso herido, y los casquillos recuperados eran coincidentes con los casquillos de otro crimen en el que Davis también era sospechoso, lo que sugería que el mismo revólver había sido utilizado en ambos casos.
Un caso aparentemente claro se llenó de toda una serie de dudas que aparecieron en los 20 años que pasaron entre el momento de la sentencia y el día de hoy, cuando Davis fué ejecutado con inyección letal.
El arma homicida nunca fue encontrada. Nunca hubo pruebas de ADN. Entre los testigos de la fiscalía estuvo el acusado de ser cómplice de Davis en el mismo crimen, un tipo de apellido Cole. 7 de los 9 testigos que inicialmente acusaron a Davis, más adelante cambiaron su versión diciendo que en verdad no podían asegurar que era el quien había disparado, y además reportaron presiones y amenazas por parte de la policía de Savannah -Georgia- para dar testimonio en contra de Davis. Y hubo testimonios que sostenían que Cole había reconocido haber sido quien realmente había disparado.
Hasta el día de hoy, Davis pregonó su inocencia. Sus últimas palabras a la familia del policía muerto fué “yo no asesiné a su hijo, padre y hermano”.
A pesar de todo lo anterior, el sistema Judicial de los Estados Unidos no tuvo la introspección suficiente para evitar una ejecución que es posible que haya sido injusta. Múltiples apelaciones y la intervención de organismos de derechos humanos nacionales e internacionales sólo lograron dilatar el proceso, pero nunca ninguna de las instancias tuvo el suficiente sentido común para decir que esto no era el caso nítido e incontrovertible de un asesino.
Algunos intentan pescar en río revuelto y tratan de poner esto en el contexto de blancos vs negros en los EU. Obviamente, hay estadísticas que sugieren algún componente de racismo en el sistema judicial gringo. En casos de asesinato, un negro tiene 4 veces mas probabilidades de ser condenado a la pena de muerte que un blanco. Así mismo, si useted asesina a un blanco en los Estados Unidos, tiene 4.3 veces mas posibilidad de ser condenado a la pena capital que si usted hubiese asesinado a un afroamericano.
Sin embrgo, el tema va mucho más allá de que esto sea un caso de racismo institucional.
Todos estamos o a favor o en contra de la pena de muerte. Algunos tenemos posiciones tipo “depende del caso”. Pero nadie puede negar que el gran talón de aquiles de este tipo de castigos es el inminente peligro de la ejecución de inocentes . Y los dramáticos y ya no tan infrecuentes casos de personas condenadas y encarceladas por décadas en los EU para luego ser exculpados a traves de pruebas de ADN nos dicen que es razonable asumir que esto está pasando, y que a la vez es descabellado y condenable que los sistemas judiciales gringos se hagan los desentendidos y que sigan ratificiando condenas a pena de muerte casi que por inercia y a pupitrazo limpio.
Algunos siempre han pedido que castigos como la cadena perpetua y la pena de muerte sean implantados en Colombia para castigar los delitos atroces, pero en un sistema tan disfuncional como es el nuestro, la implantanción de la pena de muerte fácilmente termina siendo una vía para legalizar futuros "falsos positivos". Ya no tocaría disfrazarlos de guerrilleros y ejecutarlos. Simplemente se culpan, y el sistema colombiano se encarga de que la presunción de inocencia se refunda entre montañas de papeles, procesos, lagartería y mala leche.
Probablemente pasarán años antes de saber si Davis era realmente culpable o no. Quizá nunca lo sabremos. Lo más importante de todo, tal vez, es mirar hacia el futuro y adoptar estrategias que alejen a los jóvenes de situciones que puedan exponerlos a estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Estas estrategias deben incluir mayor control de los padres sobre las actividades, amistades y lugares que frecuentan nuestros hijos, y la motivación a actividades vocacionales como son las artes, deportes y otras que no los expongan a la calle y que les formen como personas. Y obviamente políticas fuertemente orientadas hacia el acceso y, si acaso, la financiación de la educación de las nuevas generaciones.
No necesitamos, ni como familias, ni como sociedad, más casos como el de Troy Anthony Davis. Un hombre que tal vez fue ejecutado siendo inocente.